La naturaleza
recupera Chernobyl
Yahoo Noticias Javier Peláez
El 26 de abril de 1986 fue testigo del accidente
nuclear más importante de la Historia. Más de 200.000 personas fueron evacuadas
en un radio de 4.200 kilómetros cuadrados y una gigantesca extensión de terreno
quedó inhabitada a merced de la radiación durante las últimas tres décadas.
Durante siglos, la cuenca del río Pripyat, en la frontera entre Ucrania y
Bielorrusia, estaba repleta de humedales y bosques. A finales del siglo XIX la
industria llegó a esas tierras, quemando bosques para utilizarlos como pastos y
talando árboles para obtener madera, o como combustible para hacer vidrio y
vodka. Poco a poco, la rica fauna de aquellos bosques se fue reduciendo hasta
que llegó el gran accidente nuclear de Chernobyl.
Han pasado más de treinta años desde entonces y los
científicos quieren saber qué ha ocurrido durante este tiempo en la conocida
como “Zona de exclusión de Chernobyl”. Los primeros estudios que aparecieron
apuntaban a que la vida en esa región estaba sufriendo los efectos de la
radiación y tanto la fauna como la riqueza vegetal se había visto fuertemente
debilitada.
Tras el desastre, el extenso bosque de coníferas al
oeste de la planta nuclear, recibió los niveles de radiación más altos, se
tornaron rojos y fueron muriendo. Ese lugar aún hoy se conoce como el Bosque
Rojo. En un radio de unos 20 o 30 kilómetros alrededor del reactor se produjo
un aumento de la mortalidad de plantas y animales, así como pérdidas en su
capacidad reproductiva. Los primeros estudios de aves e invertebrados como
insectos mostraron una disminución de la población, y trabajos análogos
mostraron los mismos efectos para los grandes mamíferos.
Sin embargo, con el paso de los años, algo ha ido
cambiando paulatinamente en la región. En 2015, casi treinta años después del
accidente, un equipo internacional de investigadores utilizaron helicópteros
para contar animales desde el aire y no encontraron diferencias en poblaciones
de alces, osos pardos, ciervos y jabalíes, en comparación con reservas
naturales similares no contaminadas. De hecho, todas esas poblaciones de
mamíferos habían aumentado desde la primera década después del accidente,
incluyendo un sorprendente crecimiento en las poblaciones de lobos que, en la
Zona de Exclusión, había aumentado hasta siete veces en comparación con otras
zonas no afectadas.
EN EL PROPIO ESTUDIO, PUBLICADO EN CURRENT BIOLOGY,
SE PUEDE LEER:
“Nuestros datos empíricos a largo plazo no
mostraron evidencia de una influencia negativa de la radiación en la abundancia
de los mamíferos. Las abundancias relativas de alces, corzos, ciervos y
jabalíes dentro de la zona de exclusión de Chernobyl son similares a las de
cuatro reservas naturales (no contaminadas) en la región y la abundancia de
lobos es más de 7 veces mayor. Además, los datos de nuestra encuesta anterior
sobre helicópteros muestran tendencias crecientes en la abundancia de alces,
corzos y jabalíes de uno a diez años después del accidente. Estos resultados
demuestran por primera vez que, independientemente de los efectos potenciales
de la radiación en animales individuales, la zona de exclusión de Chernobyl
apoya a una abundante comunidad de mamíferos después de casi tres décadas de
exposición crónica a la radiación”.
Gráfico: Abundancia animal en la zona de exclusión
de Chernobyl | Deryabina, T. G., et al.
Gráfico: Abundancia animal en la zona de exclusión
de Chernobyl | Deryabina, T. G., et al.
Esta misma semana, un gran artículo publicado en
Wired lleva como título “El desastre de Chernobyl puede haber construido un
paraíso natural”. El texto publicado por Adam Rogers se basa en un nuevo
estudio, publicado recientemente y realizado ya sobre el terreno, que
constituye una profunda revisión a los estudios previos de los efectos de la
radiación de la vida silvestre en la Zona de Exclusión de Chernobyl.
Las poblaciones se han recuperado en las últimas
tres décadas y en algún caso, como osos pardos o lobos, son ahora más numerosas
que antes del accidente. A finales de la década de 1990, los investigadores
europeos introdujeron el caballo Przewalski, casi extinto. Los bisontes están
prosperando allí también. La ausencia de humanos parece haber permitido que
estas poblaciones crezcan libremente.
La cuestión ahora es cómo afecta la radiación a
estas poblaciones. Los estudios indican que la tasa de mutaciones y tumores
sigue siendo alta, pero el crecimiento del número de individuos compensa las
bajas, consiguiendo que la vida animal se mantenga al alza.
Como conclusión es interesante destacar cómo un
desastre medioambiental como Chernobyl parece haber afectado mucho menos que la
presencia del hombre en la región. La desaparición de toda actividad humana,
incluyendo los abundantes y dañinos cazadores furtivos, ha dejado un resquicio
a la vida salvaje que, a pesar de las condiciones y tasas de mutación, está
adueñándose de los bosques nuevamente.