María José vive su sueño de niña: salvar
las tortugas marinas en el Golfo de Venezuela
por Jeanfreddy Gutiérrez | Destacado, Héroes |
A los seis años, una experiencia puede marcarte el rumbo de vida. Eso
le pasó a María José Petit-Rodríguez, quien vio en un documental de Animal
Planet como pequeños tortuguillos salían de sus cáscaras, corriendo con todas
sus fuercitas hacia la tranquilidad del mar. Pero como pequeña niña, desconocía
la parte dramática del ciclo natural de la vida, que esas bebés también era
alimento de aves que se dispararon en picada para devorarlas. Sola unas pocas
alcanzan el agua.
Lloró y se desesperó, requiriendo la calma y explicación materna.
Minutos después, un señor que describieron como biólogo explicó la importancia
de cuidar y preservar las tortugas. Estaba decidida, cuando creciera ella
querría estudiar esa misma carrera para salvar las tortugas. “Luego me fui
dando cuenta que no las tenía que salvar de las aves, sino de mí misma”, dice
en referencia a la principal amenaza sobre las sietes especies de quelonios del
mundo: la cacería humana.
Hoy la coordinadora general del Grupo de Trabajo en Tortugas Marinas
del Golfo de Venezuela (GTTM-GV) es tesista de Biología de La Universidad del
Zulia, interesada en la vulnerabilidad de los nidos de tortugas verdes en Isla
de Aves por elementos bióticos y abióticos, se declara amante de las
bibliotecas y el estudio pero rompe los esquemas. Es instructora de pole dance,
practica la natación y estudia coreano, por amor a sus novelas, su comida y la
posibilidad de irse a conformar el primer grupo de proteccionismo de tortugas
en el país asiático.
Golfo privilegiado
El Golfo de Venezuela es una zona de alimentación para cinco de las
siete especies de tortugas en el mundo. Las dos restantes son endémicas de
México y Australia. La verde, carey, caguama, cardón y la Lepidochelys olivácea
(lora) habitan en aguas venezolanas. Sin embargo, los estudios siempre se
concentraron en las zonas de anidación, más fáciles y baratas de acceder, por
lo que las zonas de anidación tenían cierto rezago investigativo.
Así, Héctor Barrios y otros compañeros que estudiaban Biología en LUZ
conformaron el GTTM-GV para cubrir este nicho. Tras 18 años de labor, ahora el
profesor está realizando un PhD y hay una extensa labor que se extiende por La
Guajira, Zapara y zonas aledañas del municipio Padilla del Zulia.
Los derrames petroleros, la contaminación por plástico y la basura que
viene desde Aruba, Bonaire y Curazao por las corrientes marinas forman parte de
los factores de riesgo para las poblaciones juveniles y sub-adultas que vienen
a la zona a nutrirse. “Tratan de comerse lo que se le atraviese en esta etapa,
especialmente la tortuga verde” por lo que para 2013 ya se encontró plástico en
sus estómagos.
Las tortugas vienen al Golfo, e incluso algunas entran al Lago de
Maracaibo, en búsqueda de diversos alimentos: parches de coral, plantas
vasculares, praderas de Thalassia testudinum (césped del mar) y una inmensa
cantidad de invertebrados. “Afortunadamente hay muy poca intervención humana en
la zona de La Guajira porque solo es habitado por indígenas wayuu, pero además
está la frontera con el problema de contrabando, lo que irónicamente ayuda por
otro lado a la preservación ecológica por la bajísima población residente”.
María José explica que el problema que enfrentan es el saqueo y no la calidad
del hábitat.
Tres ejes
En el Grupo de Trabajo que coordina hay tres ejes: Educación ambiental
bilingüe (wayuunaiki-español), Investigación/Acción y Rescate y liberación de
individuos. Esta última la que permita mayor visibilidad del trabajo de la ONG.
“Estoy cumpliendo mi sueño de niña”.
María José asegura que es una “bióloga prematura” porque desde noveno
grado conoció a Barrios y la ONG mientras desde el primer semestre pidió
formalizar su labor, que inició limpiando frascos y ayudando en laboratorios de
la Facultad Experimental de Ciencias, donde su papá también daba clases de
Metodología. “Crecí rodeada de libros, siempre con buenas conversaciones,
alentándome a estudiar, pero también a aprender de cada persona con quien me
relacionaba, entender lo importante de los demás en el futuro y de mi capacidad
de también ayudarlos a lograr sus metas”.
Admite que aunque fue agotador estudiar y trabajar en un laboratorio
universitario, esto le dio una experiencia única. Tanto que estudiando tercer
semestre y con 19 años asistió al Simposio Internacional de Tortugas Marinas
como autora de un artículo con su propia metodología, apoyada por Barrios y
otros profesores. “Antes pensaba que ser científico es estar alejado de las
personas, internarse en sí mismo, pero la verdad es que aprendes mucho de la
comunidad, a la que debes acercarte con humildad, porque ambos somos ignorantes
pero en diferentes materias, ninguno sabe más que otro”.
Así la ONG ha podido crear la Red de Aviso Oportuno, conformada por los
niños que aprendieron desde que iniciaron y hoy son pescadores adultos que
saben pesar y alimentar tortugas en problemas, pesarlas y tomar muestras. En lo
que detectan un individuo en problemas, avisan a alguno de los miembros del
GTTM-GV para conformar un grupo de rescate. “Casi siempre llegamos y ellos ya
han adelantado mucho, conocen los protocolos como primeros auxilios, mientras
hay cosas que solo ellos hacen mejor como liberarlas de un anzuelo”.
María a veces se va a Zapara porque sí, a echarse a la playa, a tomarse
unas birras y a hablar, “a hacer familia”, lo llama. “Me doy mi tiempo para
leer, soy muy fanática de la ficción, de la lectura clásica, me gusta mucho el
cine viejo”. Y como le gusta lo difícil está pensando en tomar de una vez el
programa doctoral, aunque más allá de esa decisión está la firme convicción de
seguir cuidando a las tortugas marinas.
Puedes seguirla en Twitter en @cheloniia.
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